miércoles, 7 de diciembre de 2016

La navegación

El camino desde Punta Arenas a la Antártida significa tres días completos de navegación. Como ya comentamos, el viaje los hacemos a bordo del buque Sarmiento de Gamboa.



En esta ocasión en lugar de navegar a través de los canales patagónicos el trayecto lo hemos realizado por la costa atlántica de Tierra de Fuego y a través del estrecho de Lemaire que separa esta isla de la isla de los Estados. Lugar famoso por ser donde se ubicaba el faro del fin del mundo en la novela de igual nombre de Julio Verne. 

Una vez atravesado el estrecho de Lemaire y poniendo rumbo hacia el suroeste la navegación se adentra en una de las zonas más emblemáticas y temidas por los marinos de todas la épocas, el Cabo de Hornos y el paso de Drake o también llamado mar de Hoces. Lugar donde se encuentran el océano Atlántico y Pacífico y región donde una tras otra transitan las borrascas que rodean el continente antártico en sentido oeste-este. Con este panorama no es de extrañar que este lugar inhóspito haya sido el escenario de multitud de naufragios a lo largo de la historia en la lucha constante del hombre frente al ímpetu despiadado del mar. Tanto es así que las leyendas marinas cuentan que cuando los marinos de los barcos a vela atravesaban el Cabo de Hornos se ganaban el derecho de llevar un arete en la oreja y de orinar en cubierta a favor del viento. Echando la vista atrás la verdad es que a mi me tocaría llevar ya al menos una docena de aretes. 

Navegar por el paso de Drake quiere decir navegar por uno de los peores mares del mundo, en ocasiones con olas de 10 metros y vientos huracanados, sin embargo la precisión de las previsiones meteorológicas actuales permite ajustar el paso entre la cola de una tormenta y la llegada de la siguiente reduciendo bastante la incomodidad de la navegación. En esta ocasión la salida el día 4 de diciembre en sus primeras horas ha permitido una navegación muy cómoda con algo de mar de fondo que venía de través y que mecía el barco con un balanceo en algunas ocasiones algo pronunciado. A pesar de no ser una navegación muy dura, el mar no trata a todo el mundo por igual y en esta ocasión como en otras se han producido misteriosas desapariciones repentinas de algunos de los pasajeros que se han refugiado en sus camarotes y que solo hasta que el barco ha reducido su movimiento han vuelto a aparecer.

Mapa base del Estrecho del Drake por Cristina Torrecillas
En esta parte del océano, el paisaje que avistamos estaría cargado de monotonía sino fuera porque cual comité de bienvenida, diferentes especies de aves marinas, petreles, albatros… nos escoltan a lo largo de las millas revoloteando alrededor del barco. Resulta hipnotizante observar el continuo juego de estas verdaderas cometas aladas que sin mover apenas las alas se desplazan rozando las crestas de las olas ascendiendo y descendiendo en un perpetum mobile. 

Son estas aves, verdaderas guardianes del medio marino, victimas en muchas ocasiones de la actividad humana en el océano al caer atrapadas en los anzuelos cebados para pescar que confunden con presas fácilmente accesibles y que les termina por causar la muerte. Aunque desde hace tiempo se toman algunas medidas para evitarlo, todavía miles de estas fantásticas aves caen cada año en nuestros océanos. Debemos tomar conciencia de ello exigiendo a las autoridades y a los grandes buques pesqueros la articulación de medidas verdaderamente eficaces que lo eviten.

El tiempo y el espacio van pasando y casi sin querer entramos en el paralelo 60ºS, esa línea imaginaria que delimita la porción de planeta que según el Tratado Antártico se considera Antártida. A partir de aquí todas las normas que se articulan dentro de lo que se denomina el Sistema del Tratado Antártico y que se encargan de proteger esta región extrema están en vigor. En otra entrada me extenderé más sobre la historia y el significado de este tratado, paradigma de los acuerdos internacionales, y que permite que podamos disfrutar de este territorio y sus mares circundantes en toda su plenitud.

Así, poco a poco, ola a ola, nos vamos acercando a nuestra primea meta, la isla Livingston, el lugar donde está emplazada la base antártica española Juan Carlos I. Antes de arribar nos recibe como un gigante, celoso guardián de sus dominios, el primer iceberg. Un natural revuelo corre por el barco no solo para los primerizos que quedan fascinados por la gran mole helada, sino para todos los que con su avistamiento sentimos que por fin alcanzamos el objetivo de nuestros desvelos en los últimos meses de preparación de la expedición. 


Y finalmente llega el momento, avistamos la isla, todavía toca navegar un par de horas más ante un paisaje grandiosamente blanco salpicado con el contraste de los negros roquedos desnudos. Glaciares derramándose en el mar, picos cubiertos de hielo y nieve y al pie de esta escena, un pequeño grupo de edificaciones con un llamativo color rojo destacando en el paisaje, la base. Hemos llegado.


2 comentarios:

  1. Os deseo buena campaña... esa base de mapa del Drake la hice yo, me alegro que sea útil a otros...

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  2. Hola Cristina, me alegra encontrar a los autores de las imagenes que circulan por internet. A ver si puedo incorporar tu autoria en el blog. Gracias por la informacion

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