lunes, 23 de enero de 2017

Machuque antártico

Escrito el dia 21 de enero de 2017

Aunque tenía previsto continuar las entradas del blog con la descripción del nuevo lugar donde estamos, la isla Decepción y la base Gabriel de Castilla, y con el trabajo que estamos desarrollando aquí, hemos vivido en estos dos días una situación que creo digna de merecer una entrada ya que sirve para reflejar en gran medida las circunstancias del trabajo que hacemos. El título lo anticipa, el machuque antártico.

                                                            Mapa de la isla Decepción

                                                               
                               Vista de la pingüinera de Vapour Col o Punta de la Descubierta

Dice el diccionario de la RAE que machucar es machacar y en el argot antártico, el machuque es el trabajo duro y en muchos casos con una recompensa más bien escasa o incluso nula. Es decir significa machacarse en el trabajo. En nuestro caso, no hay campaña sin machuque antártico y en esta hemos vivido la cara y la cruz entre ayer y hoy. En días de excesivo mal tiempo, vientos fuertes, de más de 45 km/h y temperaturas bajas con sensaciones térmicas de -15ºC, la decisión de ir o no a la pingüinera a trabajar es realmente complicada. El trayecto desde la base a la pingüinera es de casi una hora con un desnivel de subida y bajada de unos 150 metros de altitud y en algunos casos pendientes bastantes pronunciadas, sobre todo a la llegada como se puede ver en este perfil. 


Trayecto desde la base Gabriel de Castilla hasta la pingüinera

El collado por donde discurre el camino se encuentra los días de viento completamente desprotegido en muchos de sus tramos y en ocasiones es complicado poder caminar. Si a este panorama le añadimos una buena nevada, está claro que conviene acertar en la decisión de enfrentarse a esa situación considerando las 5 o 6 horas más de trabajo con condiciones similares que tenemos que emplear en la pingüinera.

                                      Vista del camino del collado con la bahía Foster al fondo
Tomar esa decisión no es fácil. Llegado el momento y como ocurre en los dibujos animados o en las marionetas, surgen encima de cada uno mis hombros un angelito y un demonio. El demonio dice,  -“a donde vais a ir con la que está cayendo, total, el trabajo se puede hacer otro día. Con lo a gusto que se está en la base calentito haciendo trabajo de gabinete y disfrutando de una buena comida”. El angelito sin embargo, apunta, “hay que trabajar que es a  lo que hemos venido, ¿te vas a echar para atrás por un poco de viento y unos copos de nieve? ¿Y si mañana realmente no se puede ir a la pingüinera? Los datos pueden entonces peligrar”. El angelito insiste muchas veces y he de decir que la mayoría de ellas acierta. En esos casos, vamos a la pingüinera, sufrimos condiciones muy incomodas de trabajo pero nos volvemos con los datos necesarios y con la misión cumplida. A esto se le llama un “día antártico de trabajo”.


Ayer fue uno de estos días, las previsiones meteorológicas eran bastante complicadas, vientos fuertes de más de 25 nudos (casi 50 km/h) y posibilidad de nevadas a última hora. Pero allá que fuimos dispuestos a recuperar uno de los animales a los que teníamos que quitar el dispositivo GPS que llevaba adosado desde hacía 5 días.  El pronóstico meteorológico daba que la situación se complicaría al día siguiente, por lo que decidimos capturar otros cinco individuos con sus dispositivos que tocaban ese día para asegurar su recuperación en vista de lo que se avecinaba. En la pingüinera, antes de comenzar la nevada, los vientos levantaban polvaredas de arena volcánica y las lanzaba sobre nosotros sin ninguna piedad recibiendo una verdadera lluvia de pequeñas piedrítas del tamaño de un perdigón. Así estuvimos trabajando varias horas recuperando uno tras otro cada individuo.
Tal y como estaba previsto llegó la nieve para acompañar al viento y nos quedaban dos pingüinos por capturar. Como todavía los copos que caían eran pocos y pequeños seguimos el trabajo, pero poco a poco a fue a más. Al llegar la captura del último individuo la nevada era ya copiosa y tomamos la decisión de, si el individuo se encontraba en el nido, quitarle el dispositivo y dejar para otro día la toma de muestras que normalmente acompaña a este procedimiento, extracción de sangre y toma de muestras microbiológicas y de temperatura, ya que las condiciones eran realmente malas y todavía teníamos una hora de camino de vuelta hasta la base. Puede que afortunadamente, o quizás no, el animal no estaba y por tanto rápidamente iniciamos la vuelta.


La caminata de vuelta fue “muy antártica” con bastante viento y nieve. Sensación térmica de -12ºC. Menos mal que tal y como dice un dicho que hace tiempo vi en el campamento Byers, no existe el mal tiempo sino la ropa inadecuada, y la que llevamos nosotros nos protege perfectamente de las inclemencias del tiempo como no podía ser de otra forma estando donde estamos. Poco a poco y a fuerza de luchar contra Eolo que cada vez parecía más molesto con nuestra presencia, llegamos sin novedad y con más del trabajo previsto realizado a la base. Cumplimos pues “un día de trabajo antártico”. Las condiciones fueron a peor pero ya en la base, a resguardo y con una buena cena después de realizar el procesado de muestras, nos deleitamos viendo desde el ventanal de la base como el suelo de cubría de blanco y los copos volaban horizontales al suelo.


El pronóstico decía que al día siguiente la situación mejoraría, el viento amainaría y las precipitaciones descenderían. Y así ha sido…en principio. Después de levantarnos y desayunar ha llegado el incómodo momento de decidir ¿Salimos? ¿A qué hora? Y comienza el baile angelito-demonio. Si, no, en un rato, más tarde… Angelito, demonio, angelito, demonio, angelito, demonio… Como casi siempre gana el angelito. El viento parece querer descansar, aunque todavía le queda fuerza para soplar a 15 nudos (unos 30 km/h) y ya no hay nada de precipitación después de que un manto de nieve haya impregnado la isla. Tenemos que recuperar el dispositivo que nos quedó ayer y revisar otro que nos tocará al día siguiente. Nos preparamos pues para salir. La caminata es más o menos llevadera, pero en el collado el viento comienza de nuevo a soplar con fuerza y comienza a llover. No es buena cosa. La ropa impermeable que llevamos aunque es muy resistente al agua tiene un límite y empezar el camino lloviendo implica llegar a la pingüinera algo húmedo y tener que continuar allí en esa situación varias horas. No obstante, el problema no es grande porque llevamos ropa de repuesto. Poco a poco nos acercamos hacia la bajada a la pingüinera, el viento arrecia y la lluvia se convierte en nieve. Mucho viento y nieve. Otra vez esa “situación antártica”. En medio de la ventisca nos disponemos a buscar a nuestro pingüino que esperamos sea fiel a nuestra cita y que podamos al menos retirarle el dispositivo. La recogida de muestras está descartada con este tiempo. Llegamos al nido en cuestión y… parece que el pingüino ha preferido pasar el tiempo en el mar y no está!!!



Viento fuerte y mucha nieve. La decisión está clara, nos volvemos a la base, no es una situación muy adecuada para sentarse unas horas a esperar a que el pingüino vuelva a alimentar a sus crías. La experiencia de haber venido a la pingüinera casi 400 veces nos sirve para valorar que es mejor retrasar o incluso perder un dato que tener una situación comprometida. Vamos caminando poco a poco, superando la primera gran subida que hay desde la pingüinera hasta el collado con el viento y la nieve dándonos de frente.


Seguimos avanzando, la ropa aguanta el tirón pero conviene llegar a la base y no entretenerse, suerte que si hay algún problema tenemos la base argentina en el camino. El collado nos recibe con más viento y comenzamos la lenta bajada. Llegamos a la base argentina, todo bien. Solo nos faltan 15 minutos de caminar por la playa. Parece que aquí casi no hay viento y la nieve deja de caer. Por fin, llegamos a la base, a nuestro iglú laboratorio, ya no hay viento ni nieve. Acabamos de vivir un día de machuque antártico, nos hemos esforzado mucho, nos hemos dado una paliza pero no ha servido para mucho. Si nos hubiésemos quedado en la base casi habría sido igual.



Todas las campañas tienen su día de machuque antártico, días de mucho esfuerzo sin fruto, sin embargo, ese día se transforma en un día de disfrute de la realidad antártica, “la Atlántida es así” rezaba un antiguo dicho que corría por la base en los años 90. Nunca escuché a ningún “pingüinólogo” quejarse de un día de machuque. Al contrario, nos reafirma en nuestro trabajo y en saber que aunque podíamos haber tomado la decisión cómoda, hemos hecho lo que debíamos. 

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